¿Cuántas veces lo hemos repetido? Vivimos aplazando la “terrible fecha” al pasar de las semanas, cuando realmente sabemos que es urgente poner un límite a nuestra flojera, malos hábitos o mala alimentación.
Pero todo el proceso de la dieta se convierte en un verdadero duelo que, según los estudiosos de la psicología, es “la reacción de la mente ante la pérdida de una persona, animal, objeto o evento significativo. Se trata de una reacción principalmente emocional y de comportamiento en forma de sufrimiento y aflicción, cuando el vínculo afectivo se rompe”.
Trasladando esto a la dieta, significa que, aunque muchos lo neguemos, sí existe un vínculo emocional profundísimo con la flojera o la tristeza y las papas fritas, las galletas o el refresco. Por lo que perderlos o alejarlos de nuestra vida nos hace vivir un “luto” que hace que acabemos con las buenas intenciones a la menor provocación.
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Fase de negación
“Creo que la secadora hizo chiquito este suéter que me compré el invierno pasado”
No es sencillo aceptar que lo que estuviste haciendo por semanas o meses no te ha traído nada bueno, que ya es notorio el efecto del descuido y que necesitas poner manos a la obra. Pero, si te empiezas a creer la idea de que no lo necesitas o evitas subirte a la báscula para no enfrentarte a la realidad, lo único que entiende tu cerebro es que NO existe motivo o razón para sufrir y, por tanto, cualquier cambio es innecesario, así que empiezas una dieta literalmente negado a terminarla o a no volver de ella un cambio de hábitos permanente.
Mejor…
• Párate frente al espejo
• Obsérvate con detenimiento
• Reconoce que es necesario un cambio
• Piensa que éste será para bien, que te estás regalando a ti y a los que te quieren años de vida de calidad, y que cada día que pase te sentirás mejor y más determinado a cumplir tus objetivos
Fase de ira
“Maldita toronja, la odio”
Cada hoja de lechuga, cada manzana, cada cucharada de queso cottage hace que te enojes más y más, que te recrimines, maldigas en arameo a toda la cadena alimentaria, y que, por supuesto, decidas que hasta aquí llego la dieta. Si te dejas caer en este punto, lo más probable es que el mismo enojo te lleve a un atracón con su respectivo remordimiento y caigas en un círculo vicioso más difícil de romper. Por eso, cuando te enojes por no poder comer un alimento que se te antoja o te quieras aislar para evitar las tentaciones:
• Cambia tu manera de ver las cosas: piensa que estos alimentos, aunque deliciosos, no te hacen bien por el momento (ya conoces el sabor, la textura y el efecto de pérdida de control que tienen sobre ti)
• Espera un poco para poder disfrutarlos, acuérdate que no es la única galleta o la última bolsa de papas fritas de tu vida
• Recuerda que tu meta es mucho más importante que eso
Fase de negociación
“Qué tanto puede engordar una galletita. Ya me porté bien toda la semana, me la merezco”
Eso se llama, en otras palabras, brainwash, porque muy dentro de ti sabes que no te vas a comer sólo una galleta y que la hamburguesa no la quemas con sacar a caminar a tu perro, mejor acepta que te mueres de ganas de probarlo y que ya llegará el momento de hacerlo.
Ahora bien, si el antojo es demasiado:
• Prueba una mordida, saboréala, disfrútala y motívate a continuar la dieta
• Una “probadita” no significa romper la dieta, pero nada de volver a empezar hasta el lunes, ni de negociaciones
• Disfruta todas tus comidas como se debe: prepara tus ensaladas de manera deliciosa, con colores y texturas
• Prueba recetas distintas y aprende a saborear y disfrutar tanto tus nuevos alimentos, como el increíble efecto que causarán en tu cuerpo
Fase de depresión
“Una semana a dieta y la ropa me queda igual, me quiero morir”
Dejemos una cosa clara: los kilos que subiste en un mes, un año o diez, no los bajas en una semana. El cuerpo necesita tiempo para acostumbrarse a la nueva forma de alimentación, a recibir otro tipo de nutrientes y a soltar lo que no necesita, y esto se empieza a notar después de por lo menos dos semanas.
Mejor:
• Ten paciencia y deja que el cuerpo de manera natural tome su ritmo
• Bajar entre medio kilo y un kilo por semana es lo saludable y adecuado para no poner en riesgo tu salud
• No olvides que estamos tratando de crear hábitos y no sólo de entrar en el vestido de la fiesta
Fase de aceptación
“Wow, sí existe la vida más allá del refresco. ¡Jamás lo hubiera imaginado!”
Éste es el momento en que, después de torturarte por días o semanas, te das cuenta que sí te sientes mejor, que te estás adaptando a los nuevos hábitos y que si no haces ejercicio, no te sientes tan feliz en el día. Es decir, esta nueva vida sí te gusta y a tu cuerpo también.
Es cuestión de seguir por el buen camino hasta lograr tus metas y no desistir
Cada vez que te mires al espejo, piensa en todo el camino que recorriste, lo que te costó no caer en la tentación, el levantarte temprano para hacer ejercicio a pesar del sueño, y disfruta los resultados.
Evita premiarte con comida, busca otro tipo de satisfactorios, como una salida distinta, comprarte ropa nueva o algún detalle en tu casa u oficina que te recuerde que cada día tu voluntad es más fuerte y que puedes lograr cualquier cosa que te propongas.
Así, cambiándonos el chip, verás que no es necesario esperar a enero, al lunes o a que pase la fiesta del amigo para empezar a cuidarte. Puedes hacerlo todos los días, sin excusas, y verdaderamente disfrutar del increíble placer de comerte algo delicioso y quemarlo al día siguiente en el gimnasio. Asesórate de verdaderos profesionales, motívate cada día, haz equipo con la gente que te quiere.
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